El profeta habla del regreso a Cuba
Luis Aguilar León
En cuclillas, a orillas del mar, el profeta trazaba en la arena rasgos enigmáticos y observaba cómo las olas los borraban lentamente.
Entonces un grupo de cubanos se le acercó y uno de ellos le dijo:
''Maestro, háblenos de cuándo regresaremos a Cuba''.
Irguiendo la frente hacia el horizonte, el profeta habló casi en susurro.
Ustedes no están en Cuba, pero Cuba está en ustedes. Cuba es una isla cargada de dolor y de alegría. Aférrense a ese dolor, porque en él están las raíces de su pueblo; cultiven esa alegría porque ella es el carácter que salva a ese pueblo. Dondequiera que ustedes estén, el sufrimiento los hermana; donde quiera que ustedes canten, canta el indomable espíritu y la dolorosa esperanza de ese pueblo. Ustedes son una ola en el mar infinito de la patria. ¿Por qué preocuparse tanto por el cuándo van a volver, si ustedes no saben cuándo van a morir?
Ustedes se afanan todos los días en sus menesteres, y hacen planes de futuro y no se preocupan por cuándo llegará el viento negro que borra los semblantes.
Pues bien, trabajen con igual fervor por el retorno a la patria y no se preocupen por cuándo ha de llegar la hora del retorno. ¿O es que el amor tiene una cuota de tiempo y la esperanza un término fijo, y el deber un plazo limitado? Cumplid la cuota de deber de cada día y cada día mejoraréis la faz del futuro. Pero no le pidáis al futuro que os señale una fecha.
Vivan con la ilusión del regreso, pero no crean que van a regresar a la ilusión. Las arenas del tiempo caen inexorablemente, y nadie retorna a su pasado o a su juventud. Generación va y generación viene, mas la tierra permanece siempre, dice la Biblia.
Hubo una Cuba antes de vosotros y habrá una Cuba después de vosotros, pero la que ustedes conocieron y amaron no la han de encontrar jamás. Ella es parte de vuestra música y parte viva de vuestro dolor, pero el recuerdo amado es como la luz de un farol rodeado de sueños que se va extinguiendo en la mente.
Aprendan la parábola de una madre prudente a quien su hijo le dijo: "Madre, enseña a mi esposa a hornear el pan, porque el que ella me hace nunca sabe como el que tú me hacías". Y la madre prudente le respondió: "Ni yo ni nadie puede hornearte ese pan, hijo mío. Yo lo cocinaba para un muchacho de doce años que corría como el viento y tenía un voraz apetito. Más tú eres ahora un hombre de cuarenta años volcado en el trabajo y los problemas. Yo puedo ofrecerte el mismo pan que siempre hago, pero no puedo devolverte la energía ni la voracidad de los doce años. Vuelve a tu esposa y aprende a disfrutar el pan de los cuarenta. El de los doce años nadie te lo puede devolver".
Cuidad de vuestros hijos, y no permitáis que la ilusión del regreso se convierta en tema que os separe de ellos. Ellos marchan detrás de ustedes, pero su visión cabalga a la vanguardia de ustedes. Y el futuro de la caravana está en las manos de aquéllos que sepan mirar con ojos firmes el mañana.
Muchos cubanos han ayudado y van a ayudar al regreso, aun cuando ellos mismos no lograron o no lograrán regresar. Y en ellos alentó y alienta el verdadero amor a la patria. Pues, ¿quién tiene más mérito, aquél que trabaja esperando una recompensa o aquél que se sacrifica sin esperar recompensa? ¿Quién tiene más valor, quien siembra para recoger su cosecha, o quien siembra esforzándose porque la cosecha sea fecunda y a todos aproveche?
Trabajad cada día para que haya una amplia y generosa cosecha que abrigue a los cubanos de hoy y a los de mañana. Y si alguien os critica venenosamente, no permitáis que el odio tienda sus negras alas en vuestras almas y cubra de resentimientos el futuro. No olvidéis que aun cuando parezcan triunfantes, los malvados saben cuán ásperas se tornan las horas del odio; y odiar al tirano no justifica derramar odio en todos los rincones. Vuestro pueblo marcha hoy malherido y necesita vasto apoyo y larga generosidad; ofrézcanle toda la cuota que puedan ofrecer. Y no olvidéis que no ha bastado aprender las palabras de vuestro apóstol para crear libertad; es necesario conocer su conducta, que debió haber sido modelo de ética en vuestra historia. De ahí que sea más sabio preocuparse más del cómo que del cuándo será el regreso'.
Y el profeta reclinó su mirada y volvió a trazar rasgos en la arena y a observar cómo las olas barrían lentamente las huellas de sus trazos. Luis Aguilar León
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